ANGELES CASO
Cada vez me encuentro a más personas que se quejan del trato que reciben por parte de los médicos. No se puede generalizar, por supuesto: hay muchos –sobre todo, muchas– que siguen manteniendo aquella cercanía con los pacientes que antes parecía casi consustancial a su profesión. Pero algo ha ocurrido en estos últimos años. Los avances médicos y farmacológicos son cada vez mayores, qué duda cabe. A cambio, lo es también la antipatía de una parte de los profesionales del sector. Doy fe de ello por cosas que me han pasado a mí misma o a gente cercana a la que he acompañado a alguna consulta o prueba. El médico que no te da ni los buenos días. El que ni siquiera levanta los ojos del ordenador para mirarte mientras te escucha, si es que te escucha. El que te trata como si fueras imbécil y no se molesta en explicarte lo que te ocurre o te puede ocurrir, por muy grave que sea. El que menosprecia tu dolor o tu malestar. El que menoscaba tu dignidad... Seguro que cada uno de ustedes tiene ejemplos parecidos de facultativos y gentes de enfermería que parecen haberse olvidado de que ellos mismos eligieron una profesión que exige, sin ninguna duda, una enorme vocación y mucha generosidad y empatía.
Muchos facultativos se olvidan de que su profesión exige mucha empatía
Estas situaciones no ocurren sólo en la medicina pública. También la privada está llena de gente borde, así que la justificación que a veces se esgrime de que el personal está quemado por culpa de los recortes no basta para explicar el fenómeno. Me temo que es algo más profundo, una corriente de deshumanización del sector que empieza probablemente en la propia concepción de las carreras médicas y sanitarias, así como en el diseño y el funcionamiento de los espacios donde los pacientes son tratados, sean hospitales o consultorios. Por eso me alegra saber que cada vez hay más profesionales sanitarios que se dan cuenta del problema y han empezado a organizarse pidiendo una rehumanización de la medicina. Surgen grupos dentro de los propios hospitales que buscan soluciones, y algunas consejerías de Sanidad, como las de Castilla-La Mancha y Madrid, toman ya medidas. Seguro que no es tan difícil: este asunto no necesita grandes presupuestos. Tan sólo mucha conciencia y un poco de humildad para recordar que, cuando las personas están enfermas, se vuelven vulnerables, pero sus derechos deben permanecer intactos. Incluso más que en los momentos de fortaleza.
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